Visto en Tercera Vía . 19 de enero de 2009 Una vez más, el sufrimiento de los africanos atrapados en una guerra sin apenas sentido para quienes no lo somos ha llegado a las portadas de los medios de comunicación occidentales, cuando la reanudación de la lucha en la zona oriental del Congo desplazó la semana pasada a más de un millón de personas [1]. La mayoría de los estadounidenses, que no prestan gran atención a los detalles de la historia ni a la política africanas, acaban de de enterarse del desastre humanitario en el Congo, como si la guerra por el control del África central, que lleva un cuarto de siglo activa, apenas hubiera comenzado ayer. La «historia del Congo» tras los titulares Pero, de hecho, el desastre humanitario que el mundo contempla ahora en las pantallas de televisión no es más que la tragedia humana más reciente en una lucha de 25 años de duración por el dominio económico y político en África central que lleva haciendo estragos desde el declive y colapso final de la influencia soviética en África, en los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado. Un hecho lamentable del siglo xx es que, incluso después del final del «colonialismo» formal a mediados de siglo, las elites africanas gobernantes en casi todas las naciones africanas han buscando uno o más «patrocinadores» poderosos en el mundo desarrollado para hacerse con el poder o mantenerse en él… y para apoderarse de la riqueza personal que acompaña al poder militar y político en África. En África, el «gobierno» es una ruta aceptada para que las élites africanas formadas y educadas avancen en el aspecto económico sin necesidad de emigrar fuera de África a las naciones más desarrolladas. Hay pocas multinacionales privadas importantes con sede en África y los monopolios gubernamentales «paraestatales» o la contratación con aprobación gubernamental con fuentes de capital privado extranjeras son las principales fuentes de desarrollo económico en gran número de países africanos. El resultado es que el poder político y militar está inevitablemente imbricado con el beneficio económico para aquellos que logran acceder al poder estatal, ya sea por las urnas o por la fuerza [2]. Además, el apoyo directo de las naciones industrializadas en forma de «ayuda» debe canalizarse por medio de las agencias gubernamentales, e incluso en la actualidad, los «ingresos procedentes de donantes» del mundo industrializado constituyen una gran proporción de los presupuestos de casi todas las naciones africanas [3]. Es más, tras el final del apoyo por parte del bloque soviético en torno a 1990, los líderes locales se vieron obligados a escoger entre la ayuda e inversión anglo-estadounidense o la de los anteriores colonizadores que forman parte de la UE, al menos hasta que China inició el desarrollo de sus relaciones económicas con algunas naciones africanas en los años recientes [4]. Diamantes de sangre, la reciente película de Leonardo DiCaprio, explica que toda guerra larga en África resulta posible únicamente con apoyo de gobiernos extranjeros o intereses privados (o ambas cosas a la vez)… con planes propios para los recursos africanos a cambio. Y eso es lo que ocurre con esta guerra de 25 años por el control de las riquezas de África central, cuyo ejemplo más reciente es el desastre humanitario en el Congo. La reciente «iniciativa diplomática» británico-francesa para hablar de otro alto el fuego con el presidente congoleño Kabila y el ruandés Paul Kagame deja perfectamente claro quiénes son los verdaderos protagonistas en este último resurgimiento de la guerra en el Congo [5]. Ahora la mayoría comprende que los «rebeldes» congoleños están suficientemente relacionados con la Ruanda de Kagame, por lo que es más importante negociar con él que con el general Laurent Nkunda, el líder titular del ejército tutsi «rebelde» del Congo. Pero los medios de comunicación mayoritarios no suelen tratar de las conexiones entre el sufrimiento en el Congo y Uganda o Ruanda, y menos aún en el mundo de habla anglosajona. Y cuando se dignan informarnos sobre las razones de la guerra en el Congo, se nos explica que el general Nkunda ha declarado la guerra «para proteger a la minoría tutsi», que la continuación de la lucha tiene que ver con el «genocidio de 1994 en Ruanda» y que los «genocidas hutus» deben ser expulsados de la zona oriental del Congo para proteger tanto a los tutsis congoleños como el territorio de la propia Ruanda. Sin embargo, han pasado ya más de 14 años desde que Kagame se hizo con el control absoluto en Ruanda, lo cual implica que nadie menor de 30 años de edad ha podido estar directamente implicado en los hechos de 1994 en Ruanda, que el gobierno de ese país denomina «genocidio». Los combatientes adolescentes de hoy eran niños o todavía no habían nacido cuando los civiles asesinaban a civiles en Ruanda en 1994. Como máximo, el general Nkunda está luchando contra «los hijos de los genocidas»…y el ámbito de la lucha ha llegado mucho más allá de las áreas limitadas cerca de la frontera con Ruanda, donde se encuentran en la actualidad los refugiados ruandeses antigubernamentales (tanto tutsis como hutus). E incluso sin considerar las guerras en Uganda y Ruanda, que duraron de 1981 a 1994, no puede negarse al menos el hecho de que el Congo lleva en guerra desde 1996… lo cual significa que la guerra no sólo abarca varias generaciones… sino también que debe estar financiada desde el exterior de África, en un caso similar al que se ve en Diamantes de sangre… y, de hecho, lo está. Etiquetas: Guerra Congo EEUU UK Laurent Nkunda Paul Kagame Yoweri Museveni Laurent Kabila |