Daniel Raventós, sinpermiso.info 13-05-2007 Del 7 al 9 de mayo, la revista electrónica La fábula ciencia (www.lafabulaciencia.com) organizó un encuentro digital con Daniel Raventós, miembro del comité de redacción de sinpermiso, sobre las desigualdades económicas y la exclusión social. Se reproducen las preguntas y las respuestas, si bien se han omitido los nombres porque, excepto las dos preguntas que realizó el moderador, fueron formuladas mediante seudónimos. Estimado Daniel Raventós: bienvenido a los encuentros digitales de La Fábula Ciencia. Después de treinta años de hegemonía neoliberal, ¿cuál es el saldo, en términos de libertades e igualdad, tanto a nivel mundial como en el seno de las sociedades occidentales más desarrolladas? Si usted forma parte del 10% más rico de la población mundial las cosas deben haberle ido bien. Si forma parte del otro 90%, tiene posibilidades altas de que le hayan ido mal las cosas. Pero más concretamente. No hay estudios en abundancia sobre la distribución mundial de la pobreza y de la riqueza, pero el del World Institute for Development Economics Research (WIDER) de la Universidad de las Naciones Unidas en Helsinski es uno de ellos. Este estudio abarcaba el 94% de la población mundial. En el año 2000, según afirma el WIDER, había ya 13,5 millones de personas que tenían más de un millón de dólares (por cierto, más de lo que indican los estudios de los administradores de fortunas Merrill-Lynch y Forbes). En el Reino de España existen oficialmente 677.089 personas físicas que tienen un patrimonio superior a los150.000 euros (sin contar los bienes inmuebles): el 1,5% aproximadamente de toda la población. Sabemos que actualmente miles de millones de personas subsisten con menos de un dólar por día, y que la mitad de la población mundial lo hace con 2 dólares diarios. Pero también sabemos que si en el año 1900, aproximadamente, la diferencia entre el nivel de ingreso medio en los países ricos del “norte” y el de los países pobres del “sur”, era de 1 a 4, a principios del siglo XXI, la proporción es ya de 1 a 30. Ante una situación de creciente desigualdad, la libertad se resiente. Igualdad y libertad no son independientes. Las grandes desigualdades sociales son un auténtico impedimento para la libertad de muchos millones de personas. La pobreza es, como se acostumbra a señalar, privación y carencia material; pero es también, como no es habitual que se señale, dependencia de la codicia de otros, hundimiento de la autoestima, y compartimentación social de quien la padece. Quien es pobre (y recordemos que la acepción clásica de pobres es aquel que no tiene propiedad que le permita vivir; Dostoievsky lo expresaba en Crimen y castigo con pocas pero inequívocas palabras: “… era una pobre… en una palabra, que vivía de su trabajo…”) no tiene, por definición, garantizada su existencia material. Por ello, ve crecientemente menguada su libertad (en forma de “contratos de primer empleo”, precarización, temporalidad, o paro sin cobertura); y la creciente mengua de su libertad, redunda en el crecimiento de la desigualdad material. Esta desigualdad material está llegando en el país más poderoso del planeta a extremos que son difíciles de justificar incluso para los más conformes con el status quo. El veterano profesor de la Universidad de Maryland, Gar Alperovitz, en un artículo de principios de 2006 decía que en los Estados Unidos actualmente los 2,5 millones más ricos de la población tiene más del doble de ingresos que los 100 millones de estadounidenses con menos ingresos. Que es lo mismo que decir que ¡el 1% de la población más rica dobla los ingresos del 34% del estrato inferior! Una desigualdad tan acusada afecta a la libertad de la mayoría. Etiquetas: Derechos humanos desigualdades libertades economía |